Un insulto fue el detonante de la primera canción que compuso a los 17 años nuestro Homero colombiano. La historia de un hombre que convirtió en belleza todo sus infortunios.
Transcurría el año 1945 y Leandro Díaz, con 17 años de edad,
tenía la costumbre de descansar y meditar sobre sus penas y alegrías debajo de
un palo de mamón en su tierra natal, la vereda de Alto Pino en la zona de
Lagunita de la Sierra, jurisdicción de Hatonuevo desde 1994, año en que siendo
corregimiento de Barrancas fue erigido en municipio. Lo hacía siempre
acompañado de una vieja dulzaina, que le había regalado un tío materno.
Una mujer que vive en la Sierra.
Llego a su casa y la encuentro rabiosa,
la encontré con una soberbia, señores,
con espuma en la boca…
Ella dijo por qué tenía rabia.
Se puso al frente y me dio los motivos,
porque le llega de visita
la familia del marido…
Ella vive en la Sierra Nevada,
pero no gusta de toda persona,
porque vive que no se baña
como una camaleona.
Esa señora tiene una hija
que la está criando muy delicada,
pero ella vive ceniza, señores,
seca, que no se baña.
Pero ella tiene una hija.
Para su hija no hay pobrecito,
que su hija no es para pobre,
señores, es para los ricos.
Es para los ricos, es para los ricos…
Leandro ya tenía dos referencias de la señora celosa, una de ellas era que solo bajaba al río a bañarse cada ocho días cuando lavaba la ropa, y la otra, que por su mal genio nadie la visitaba, ni siquiera la familia del marido. Por allí encontró el novel compositor el camino para darle respuesta acertada y satírica a la ofensora.
En el paseo “Dios no me deja”, grabada por Los hermanos
Zuleta en 1978, deja registrada algunas de sus frases más transcendentales:
Él sabía que si me abandonaba
ninguno cantara como canto yo.
He sabido librar la batalla.
¡No hay que negar la existencia de Dios!
Que Él la vista me negó
para que yo no mirara.
Y en recompensa me dio
los ojos bellos del alma.
En el merengue “Dos papeles”, grabada por Jorge Oñate, al
lado del rey vallenato Miguel López, canta en forma lastimera el desafío que le
impone Dios por su limitación física:
Pero Dios no admite rencores:
hijo, tú no puedes ser malo
si tú tienes el alma buena.
No podrás mirar los colores,
pasarás tu vida cantando
para soportar tu ceguera.
Pero me dio valor como un hombre
para soportar mi condena.
En la canción “La historia de un niño”, grabada por su hijo
Ivo Díaz, canta su propia vida, premiada con un talento prodigioso y una
voluntad férrea que le permitió superar su difícil condición de miseria y
rechazo, y le facilitó crecer con su arte, admirado y reconocido por todos sus
compatriotas y por todo aquel en cualquier parte del mundo que escuche sus canciones.
En la casa de Altopino
se oyó por primera vez
el leve llanto de un niño
que acababa de nacer.
Ese niñito era yo
para aumentar la familia,
pero qué grande dolor
sintió su madre querida.
En una tarde serena
debajo del azul del cielo,
se descifraba el misterio,
el niño tenía una pena…
En el paseo “Soy”, grabado por El Doble Poder en 1980,
expresa desafiante, convencido de su fuerza interior y lleno de convicción:
Yo soy el hombre que vive en tinieblas,
porque negro es el color de mi destino,
soy el hombre que emprendió un camino
por donde pasa se encuentra con la miseria,
yo soy un grito, yo soy la pena,
soy una queja, soy un suspiro,
para la gente soy un problema
ni las tinieblas pueden conmigo.
El Binomio de Oro, en 1977, le grabó “Sigo penando”, donde
plasma con precisión cirujana su encuentro con el sufrimiento y el dolor, ya
que nació con el misterio de no vivir alegre sino penando:
Como soy el penador, vivo penando.
Se escuchan por los aires
los gemidos de mi llanto.
Por donde quiera que voy
sigo cantando las tristezas del alma,
mis negros desencantos,
esta honda herida, la tengo que sufrir.
Si Dios lo quiere, así será mi vida.
El maestro Leandro Díaz nos dejó el día que suele terminar
la primavera. El 22 de junio de 2013 falleció en la ciudad de Valledupar, a los
85 años de edad, este gran símbolo y digno representante de nuestro folclor.
SAMUEL MUÑOZ MUÑOZ
Tuve la oportunidad de conocerlo y saludarlo ya anciano, y le manifesté mi admiración y aprecio y el privilegio de descubrir a tiempo sus composiciones y de haberlo tenido ante mis ojos.
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