
El molino. Su figura de esqueleto con un solo brazo, plantado con firmeza al borriquete, la veía sin exagerar en todas las cocinas de mi pueblo, siempre listo para convertir en masa el grano que ha alimentado por siglos a los colombianos. Arepa, buñuelo, bollo, masato, peto, chicha, crispeta, torta, tamal, chito, aceite y muchos productos más, derivados del maíz, la gramínea milagrosa que ocasionó hace 300 años, una verdadera revolución agroindustrial en el país, deben primero pasar por el molino, para obtener la masa o nixtamal como la llaman en México, país de donde llegó la planta a Colombia, con el nombre ancestral de teocintle. Al comienzo el grano se trituraba con piedras y hasta con los dientes para preparar la chicha que alimentaba el espíritu de los aborígenes, en especial los zenúes, que poblaban las riberas de los ríos Zenú y San Jorge. El molino con su tornillo sin fin, una prensa para calibrar la trituración del grano y accionado por el impulso manual de una manigu...